
Menos mal que he estado enfrascado en la lectura de la biografía de Steve Jobs. Anoche, mientras devoraba la parte que narraba su regreso a Apple, el "piensa diferente", el iMac, el iPod, en el piso de arriba se escuchaban gritos, aullidos, que no acabaron hasta cerca de las una de la madrugada. Llegué a pensar que el partido no acabaría nunca, que continuaría hasta que los dos equipos hubieran sacado a todos los suplentes, hasta que los jugadores yacieran agotados sobre el césped. Ese partido, o uno del estilo del descrito por Stefano Benni en Tierra sí que hubiera sido divertido. Y no éste, en el que las camisetas de los futbolistas ensalzaban el juego en el paraíso fiscal que es Gibraltar y las monarquías absolutistas árabes.