martes, 20 de diciembre de 2011

Eclesiástico 4, 25

En uno de sus artículos, Kapuściński cuenta su encuentro, en un perdido pueblo de los confines de Polonia, con un antiguo compañero que se ha convertido en profesor de instituto. El hombre se declara vencido por su trabajo; confiesa que cada día se enfrenta a un Grünwald pedagógico.

A 5ª hora, iba a explicarles a los alumnos de 2º, a mostrarles, más bien, algunas imágenes: las principales obras del arte bizantino y carolingio. Sólo quería que supieran la influencia del arte bizantino en el arte occidental y otomano, que contemplaran la majestuosa Capilla Palatina de Aquisgrán. No hubo forma de que se callaran. Estaban decorando la clase y la tenían cubierta de adornos navideños, pero no les gustaba lo que habían hecho y estaban arrancando las cintas. A mí, pobre y despreciable agote, no me hacían caso. ¿Qué interés tiene esa iglesia turca? Me sentía como un terrícola que no puede soportar la velocidad con la que se mueve la gente pequeña de ese hermoso libro de Aldiss La nave estelar.



Al final, triste consuelo, recordé, como siempre, las palabras del Sirácida: "Avergüenzate de tu ignorancia". Sí, otro Grünewald pedagógico.