viernes, 30 de marzo de 2012

Blutbad



Ahora estoy viendo Grimm: cuatro episodios ayer, cinco hoy. Han llegado las vacaciones y supongo que estaré todo el día delante del televisor, con series antiguas y actuales que se han ido acumulando en el disco duro.

El argumento resulta ingenioso, aunque no soporto al protagonista, el detective Burkhardt. Si toda la serie se centrara en él, no creo que hubiera pasado del primer episodio. Sin embargo, hay otro personaje que sí me resulta atractivo: Monroe, el Blutbad. Un solitario que trata de contener sus instintos; odia la forma de vida de sus ancestros, que se dedicaban a asesinar personas, pero se mantiene todo al margen que puede del mundo de los humanos. Supongo que es el Sheldon de Grimm.

jueves, 29 de marzo de 2012

Soushokukei



Los soushokukei-danshi, los hombres herbívoros japoneses, tienen como rasgos característicos la evasión por el sexo, el ahorro y la necesidad de vivir una vida tranquila alejada del estrés competitivo de la sociedad nipona. No les interesan tener citas con mujeres ni las relaciones sexuales.

Los soushokukei-danshi se oponen a las nikushokukei-joshi, las mujeres carnívoras, las mujeres que buscan un marido.

sábado, 24 de marzo de 2012

Disparos

La tranquila mañana de lectura se quebró cuando escuché los disparos. Durante unos instantes me quedé debajo de las sábanas, pero me di cuenta de que allí no estaría protegido, así que me apresuré a arrojarme debajo de la cama. Escuché un ruido de cristales rotos. Cerré los ojos.

Los alcudes



Se refugian en cuevas, permanecen allí durante semanas, meses, evitando salir, evitando el contacto con otros seres. Saben que hay algo que les hace odiosos, y por eso nunca abandonan su refugio.

En los últimos tiempos, sin embargo, algunos alcudes se han mudado a las ciudades, allí se les encontrará en los pisos abandonados, en las alcantarillas.

Muy tímidos, y aunque gritones cuando se sienten amenazados, son completamente inofensivos.

viernes, 23 de marzo de 2012

Being a monster



Hace tres semanas, apareció una mancha de humedad en la pared que hay junto a la bañera. La ignoré por unos días, pero la pintura comenzó a desaparecer. Supuse que se habían abierto grietas entre los azulejos y la bañera, por las que se filtraba el agua. Llegué a comprar cemento blanco, pero, ay, yo no soy Hipias, como quedó claro hace unas semanas.

El lunes llamé al seguro y, como me dijeron que enviarían a alguien por la mañana, tuve que pedirle a mi madre que viniera. El fontanero, al parecer, se limitó a tapar las juntas que se habían abierto, algo de lo que yo no fui capaz.

Mi madre me dijo que permanecería conmigo unos días: quería que pusiera unas cortinas, que comprara las lámparas del dormitorio, que todavía sigue con una bombilla enganchada en un cable, que me decidiera de una vez por una entradita.

Esta mañana, cuando he regresado del trabajo, me ha dicho que algo le pasaba a la puerta del armario empotrado, que se había atrancado, que se había roto. Hasta entonces me había refrenado, me había contenido cuando cambió la ropa de sitio, cuando movió los cajones, cuando puso algunas latas de comida en un armario que no utilizo para eso. Que rompiera la puerta del armario fue la gota que colmó el vaso. Estallé. Había intentado no perder los nervios, pero no pude contenerme.

Después de la explosión de ira, me encerré en la habitación del ordenador y comencé a dejar pasar el tiempo delante de la pantalla. La escuché llorar, pero no salí. Simplemente, no me sentía capaz de hablar con ella.

Hace unos minutos, dijo que se iba. Nos despedimos fríamente.

Siento que no soy capaz de estar con nadie. A la larga, no soporto a la gente.

jueves, 22 de marzo de 2012

Óscar Sánchez, liberado



Por fin: Óscar Sánchez ha sido liberado. Ya llegó a España, saludó a sus amigos y familiares, habló con la prensa, se comió una paella. Y pronto reanudará su vida anónima de agote.

Ah, sí. El Estado italiano tendrá que indemnizarle por los meses que estuvo en la cárcel, aunque no por las vejaciones que allí sufrió. Desde luego, todo el dinero será para su abogado. Él seguirá siendo el tonto del pueblo y la gente, dentro de unos años, cuando le vea por la calle, dirá de él: Ese, ese es el que estuvo en una cárcel italiana.

martes, 13 de marzo de 2012

El día en que me rapé la cabeza

Hoy me he levantado más temprano que otros días. Lo primero que he hecho ha sido cambiar las sábanas. He colgado las que quitaba en el tendedero del balcón. Me hubiera gustado lavarlas, pero no tengo suficiente agua, y no puedo desaprovecharla.

Después, decidí hacer algo con mi pelo. Hace días que el picor de la cabeza es horrible, insoportable. Supuse que después de un tiempo, me acabaría acostumbrado. Pero no ha sido así. Me he rapado la cabeza. Primero me he cortado el pelo con las tijeras y más tarde me lo he repasado con una maquinilla. He tardado casi una hora y me he hecho muchos cortes, tantos, que no me atrevido a atacar la barba.

Luego me he mirado en el espejo. No lo hago a menudo. He contemplado el rostro enflaquecido y macilento de un extraño, .

He estado sentado en el salón sin hacer nada durante un buen rato. Con todo el peso de la situación sobre mí.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Antonio Castro Pimentel



Paseaba tranquilamente por el centro de Madrid, con su familia, cuando una bala le alcanzó en el ojo izquierdo, que explotó. Un policía municipal estaba tratando de reducir a un hombre que empuñaba un cuchillo.

Hace unos días se celebró el juicio: el policía municipal ha sido absuelto. Se puede pensar que actuó correctamente, pues, después de todo, se estaba enfrentado a un criminal. Lo más curioso de la sentencia, es que no se concede ninguna indemnización a pobre viandante, Antonio Castro Pimentel, un carpintero de Córdoba que no ha podido trabajar desde entonces y que, como autónomo, ha tenido que asumir todos los gastos médicos. Falto de medios, ni siquiera ha podido recurrir la sentencia: sólo los ricos pueden recurrir.

Antonio Castro se hallaba en Madrid visitando una feria de muestras de ventanas. Iba a tomarse un refresco en una terraza de la calle Arenal. Una bala perdida se llevó su vida.

sábado, 3 de marzo de 2012

Marián Araújo



Ahora estoy en el empeño de tratar de escribir, de escribir lo que sea, de escribir una novela, de comenzar una novela y terminarla. Es un empeño descorazonador, lo sé. Stephen King, grafómano, dijo que escribir una novela es como atravesar el Atlántico en una barca de remos. Mi problema es que dispongo de poco más que los remos y no me atrevo a alejarme de la costa.

En todo caso, comencé el otro día a escribir una novela apocalíptica: una enfermedad terriblemente infecciosa ha acabado con buena parte de la humanidad. El protagonista se oculta en un cortijo o en un minúsculo piso -todavía no lo tengo decidido-, mientras espera que pasen las semanas y que los enfermos, que él llama merodeadores, con un apetito obsceno por la carne fresca, vayan muriendo a medida que se quedan sin ningún alimento.

Sí, muy bien, me diréis, ¿y qué tiene que ver eso con Marián Araújo? La explicación es sencilla: estoy bajando películas sobre el mismo tema y me he encontrado con una, Dead Meat, en la que esta actriz hace el papel protagonista. Esos hermosos ojos azules...