Así ha terminado un día horrible, lleno de malos modos de los alumnos, de desprecio de los otros profesores (he vuelto a darme cuenta de que no me informan, de que no me entero de nada).

Esta tarde, en la sesión de evaluación, como los prisioneros de Esfacteria, he permanecido callado, la mente en otro lado. El director planteaba el mejor modo de tratar a los alumnos disruptivos: un profesor de apoyo en el aula. Otra propuesta, sugerida por un profesor: aplicar estrictamente el régimen disciplinario; si un alumno no quiere estar en el centro y no es capaz de respetar las normas, por triste que sea, por trágico que resulte, hay que expulsarle.