sábado, 24 de diciembre de 2011

McCarthy

Anoche comencé a leer en el eReader fragmentos de libros, lo que ya se ha convertido en habitual: Matar a Gadafi, Diario de una ninfómana, ¿Sueñan los androides...?, Soy leyenda... Hasta que llegué a No es país para viejos. No pude continuar. Leer ese libro resulta doloroso, saber que yo nunca seré capaz de escribir de esa manera, de que cada página sea de una insuperable solidez.



Mandé a un chico a la cámara de gas en Huntsville. A uno nada más. Yo lo arresté y yo testifiqué. Fui a visitarlo dos o tres veces. Tres veces. La última fue el día de su ejecución. No tenía por qué ir, pero fui. Naturalmente, no quería ir. Había matado a una chica de catorce años y os puedo asegurar que yo no sentía grandes deseos de ir a verle y mucho menos de presenciar la ejecución, pero lo hice.