domingo, 27 de noviembre de 2011

Esse quam videri bonus malebat

He acabado el libro de Carrière: ¡magnífico! Todavía en la cama, he cogido La conjuración de Catilina. La sedición ha fracasado en la ciudad y algunos conjurados están en prisión. Hay que decidir qué hacer con ellos. César es clemente: que les quiten todos sus bienes y los encierren en la cárcel. Catón se muestra mucho más severo: pide la muerte de los sediciosos.

Salustio compara a los dos oradores. A pesar de su amistad por César, no ahorra alabanzas a Catón, que años después se pondría del lado de Pompeyo. Recuerdo aquello que escribió Lucano: "La causa de César plugo a los dioses; la de Pompeyo, a Catón". Tal vez, si Pompeyo hubiera sido el que trataba de hacerse con el poder en Roma al margen de las leyes, Catón habría elegido entonces a César.

Salustio acaba su descripción de Catón indicando que "prefería ser bueno a parecerlo". Al final, los Césares (o los Pompeyos) acaban imponiéndose, mientras que los Catones serán siempre derrotados.