A la siguiente hora, en el recreo, un profesor se jacta de que acaba de echarle a la máquina una moneda de euro y de que ésta le ha devuelto dos de cincuenta céntimos. Engreído, se jacta de su suerte.
-Me he tomado el café gratis -les dice a todos.
Estoy a punto de decirle algo, pero prefiero continuar callado. Este es el tipo de cosas que siempre me ocurren a mí. Mi mala suerte. Ni siquiera sería un consuelo pegarle una patada a la máquina de café: dependo tanto de ella.
