jueves, 3 de noviembre de 2011

Cincuenta céntimos

Son las nueve y veinticinco. Llego al trabajo adormilado. ¡La máquina de café! La máquina de café será mi salvadora. Un café con leche me despejará. Echo una moneda de dos euros. La máquina me devuelve dos monedas de cincuenta. Faltan cincuenta céntimos. Toco todos los botones, pero no hay solución: la máquina se ha quedado con medio euro.

A la siguiente hora, en el recreo, un profesor se jacta de que acaba de echarle a la máquina una moneda de euro y de que ésta le ha devuelto dos de cincuenta céntimos. Engreído, se jacta de su suerte.

-Me he tomado el café gratis -les dice a todos.

Estoy a punto de decirle algo, pero prefiero continuar callado. Este es el tipo de cosas que siempre me ocurren a mí. Mi mala suerte. Ni siquiera sería un consuelo pegarle una patada a la máquina de café: dependo tanto de ella.