domingo, 23 de septiembre de 2012

The Situation



Esa noche, Mike estaba en una disco de una pequeña ciudad de Mississippi. Nunca había oído hablar de aquel sitio y probablemente el nombre se le olvidaría en unos días. Por la tarde le habían hecho una entrevista en una radio local. No recordaba muy bien lo que había dicho, sólo que en un momento dado había gritado algo absurdo, que buscaba a una chica muy especial de Mississippi.

El contrato incluía lo habitual: limusina y hotel de cuatro estrellas, con microondas y televisión por cable. Hacía horas que había soltado su homilía por el altavoz de la disco. Ahora se trataba de que le vieran. Por eso había pagado la gente cincuenta pavos. Para verle.

A partir de las dos, decidió que ya estaba bien de estrechar manos y de posar. Comenzó a buscar esa chica especial con la que pasar la noche. Ya se le habían acercado varias. Despidió a una de ellas, que parecía demasiado joven. Mientras bebía, seguía entrevistando a las otras. Buscaba algo nuevo, diferente. 

–¿Qué tienes de especial?

–¿Qué?

–¿Qué es lo que te hace tan especial como para querer pasar la noche conmigo?

–Soy capaz de beber más que Snooki.

–Mi tatarabuelo fundó este pueblo.

–Tengo un antepasado semínola.

–Mi abuelo vino de Armenia.

–Rechacé a un senador que me invitó a tomar sopa. 

A Mike comenzó a dolerle la cabeza. La noche pasaba y todavía no se había decidido por ninguna. Por un momento pensó en llevarse a un hombre a la habitación, pero rápidamente desechó la idea. Aquello hundiría su reputación. Quizá no le llamarían nunca más para hacer bolos.

–Vamos a cerrar, tío –le dijo el tipo que le había contratado.

–Bien, macho.

Trató de buscar a la chica que le había dicho que su abuelo procedía de Armenia. Sonaba a exótico. ¿Dónde demonios estaba Armenia? ¿En Colombia? ¿No le había dicho su colega colombiano que era de Armenia? ¿Pero aquella chica de abuelo armenio no parecía colombiana?

De repente se apagaron casi todas las luces, dejando sólo las que marcaban la salida. Mike odiaba aquello. Lo siguiente sería encender las luces blancas y limpiar el local. Siempre había cosas desagradables en el suelo.

Firmó un último autógrafo a uno de los camareros y salió del local. Fuera hacía calor. Buscó con la mirada la limusina, y la encontró aparcada en el otro extremo de la calle.

–¿Te vas solo? –dijo una voz a sus espaldas.

Mike se dio la vuelta y la contempló. Llevaba un beduino negro. De su hombro colgaba un bolso enorme. Estaba gorda y tenía la piel blanquísima. ¡Qué demonios!, pensó.

–Tú te vienes conmigo.

Le indicó el coche. El hotel estaba a menos de cinco minutos. En el trayecto permanecieron en silencio. Cuando llegaron, Mike le dijo al chófer que lo recogiera a las diez. Su vuelo salía a las once y media. No recordaba cuál sería su próximo destino.

No hablaron hasta que llegaron arriba.

–No pareces la clase de chica que hace estas cosas. ¿No serás una maldita vampiresa?

Ella no respondió. Se había quitado las sandalias y contemplaba la habitación.

–Tengo en el bolso unas sopas muy buenas.

–¿Llevas las sopas en el bolso?

–Hay que estar preparada.

Mike fue a la cocina y cogió un vaso. Lo llenó de agua. Cuando regresó, ella estaba tendida en la cama viendo la televisión.

–No se ve la MTV –le dijo.

Mike no sabía si se trataba de una broma.

Sabes. No me gusta ese canal.

Ella se permitió una sonrisa.

–Creo que podemos ver una película en blanco y negro.

–No las soporto –dijo Mike.

–Ésta te gustará –replicó ella.

Mike había cogido uno de los sobres al azar y lo había vertido en el vaso. El agua se tiñó de rojo. Llevó el vaso al microondas. Mientras esperaba, comenzó a temer que la noche sería larga.