miércoles, 12 de septiembre de 2012

Madame Arnoux


Largos años de amor por M.A. Has imaginado mil formas de hacerla tuya: la raptabas, se quedaba viuda y se sentía sola, era abandonada por su marido y te suplicaba que te fueras con ella, se divorciaba. Estabas loco por ella, pero no sabías por qué. Cerrabas los ojos y tratabas de imaginar a cualquier mujer, pero todas las mujeres, en tu memoria, se transmutaban en M.A. Incluso, cuando comenzaste a salir con L., no podías evitar compararla, menos favorablemente, con M.A. Resultaba absurdo: ella, probablemente, no pensaba nunca en ti. Quizá sólo para burlarse.

En tu sueño, M.A. se ha separado. Quería dar una lección a su marido: te citaba, se insinuaba. Eres consciente de todo ello, pero de alguna manera, aunque comprendes que ella es igual a cualquier otra mujer, con las mismas rarezas y crueldades, quieres creer que al fin es tuya. Ella habla, habla. La miras y adviertes la malicia de su rostro. Sientes que es una mentirosa, que trata de engañarte. Pero le has dedicado tanto tiempo que ahora debes aguantarla. La odias, pero te resignas a que te siga dominando.