miércoles, 22 de agosto de 2012

Brrr




Le estuve explicando lo que había comprado. Era caro, pero lo había conseguido a un buen precio. Y, sobre todo, lo necesitaba; era urgente que comprara uno. Al otro lado de la línea hubo un silencio.

-Es muy barato, una ganga… Me tendrías que comprar uno.

-¿Comprarte uno? Creía que no lo necesitabas. Me habías dicho que…

-No, no… El mío está muy lleno… Sí, lo necesito.

Así que fui a comprarlo: tuve que bajar a la cochera, sacar el coche, dirigirme al centro comercial, buscar lo que me había encargado, evitar a la antigua alumna que estaba en una de las cajas.

Al cabo de una hora, ¡una hora! (mi programa diario había quedado desquiciado) le estaba llamando otra vez.

-Ya lo tengo –le dije.

-¡Qué rápido!

-Todavía quedaban algunos.

-Muchas gracias. Creo que ya sé lo que voy a hacer con él. Voy a dárselo a un amigo.

-¿No era para ti?

-Sí, no lo sé, es decir, lo necesito, pero tengo que hacer un regalo.

-¿Un regalo?

-No sabía que comprarle. Ya veremos. Quizá se lo dé.

-Entonces, ¿necesitarás otro?

-Sí, necesitaré otro.