lunes, 23 de julio de 2012

Pan y aceite




Estaba a punto de prepararme una tortilla à la cagote. El ingrediente extra, esta vez, iba a ser pimiento. Ya había preparado un plato de frutos secos y había metido una cerveza en el congelador, para que estuviera bien fría. Pero era demasiado temprano, por lo que puse la tele y comencé a ver las tertulias. Podría quedar bien diciendo que la situación económica me quitó el hambre, pero no fue así. Comenzaron a hablar de un alcalde gallego que se había subido el sueldo: cobraría 40.000 euros al año. Nada extraño. Pusieron entonces unas imágenes del regidor: la barriga le caía por encima del cinturón, se le movía al tiempo que caminaba. Estaba gordo, obeso; le eché más de cien kilos, ciento veinticinco.

No soportó las series o películas en las que todos son terriblemente delgados, pero me pone enfermo esa obesidad mórbida.

Fui a la cocina y guardé todo lo que tenía preparado. Saqué un plato de postre y coloqué en él un trozo de pan. Lo partí y le eché aceite. Cogí un tomate.

Cuando regresé al salón seguían con lo mismo: la subida de la prima de riesgo, la bajada del IBEX. Me comí el pan lentamente. Sin hambre.