
Fue Ribeyro, en ese maravilloso cuento que no supe entender en su momento, antes de pisar un aula, el que lo decía: la necesidad de tener la camisa limpia. Esta tarde, un tanto distraído, he comenzado a preguntarme si tenía una camisa lista para mañana. Y unos pantalones. ¿Tendría que sacar la plancha? No, ya no más. Mañana, como ayer, como pasadomañana y como hoy, llevaré una camiseta llena de manchas de café y de comida, que nadie me verá, porque no saldré del piso.