martes, 29 de mayo de 2012

Elif Şafak




Ayer, durante unas horas, me entusiasmé escribiendo un cuento. ¿La trama y el desenlace? No importan. No importan demasiado. Un juez va a emitir una sentencia injusta, que sabe va a causar polémica. Por alguna razón, el acusado, que es culpable, le resulta simpático, y el magistrado no quiere imponer una pena demasiado dura.

En un momento dado, decidí que la acción sucediera en Turquía, en la Turquía actual. Comencé a buscar nombres turcos, nombres que sonaran a turco y que no tuvieran demasiados caracteres extraños, como esa ı sin punto, tan sorprendente. ¿Cómo demonios se pronuncia? Me encontré con el nombre Eyüp, que resultó ser el Ayub árabe: nuestro Job. Varios personajes famosos se llaman así, un periodista, Eyüp Can, que está casado con Elif Şafak, escritora. Me picó la curiosidad. Ella tiene mi edad, y ya ha publicado una buena cantidad de libros, incluso algunos polémicos. Y es terriblemente guapa.



Mi cuento, demasiado kadariano, fracasó; es lo que suele suceder. Nada tuvo que ver la bella Elif, aunque es cierto que acabé llamando al acusado Eyüp Şafak, y condenándole a muerte.



¿Nunca seré capaz de escribir nada?