sábado, 21 de abril de 2012

Se estropeó el coche

Fuimos allí donde el vehículo se había parado. El mecánico abrió el capó y lanzó una mirada pesimista al motor. Movió la cabeza. Se ajustó las gafas de gruesa montura, cuyos cristales presentaban manchas de grasa, y hundió la nariz en el radiador, como si husmeara algo.

–Se acerca la noche –le apremié.

El mecánico movió los hombros: no se podía hacer nada.

Sacamos todo lo que había en el maletero y lo llevamos a la furgoneta. El regreso fue silencioso, triste. Anochecía cuando entramos en el refugio; comenzaban a escucharse los aullidos.