jueves, 27 de diciembre de 2012

Los teófagos

El monje se quedó en silencio. Los bárbaros le habían escuchado con atención y ahora parecían estar meditando sus palabras.

-¿De modo que, para adorar a tu dios, hay que comerlo?

El monje caviló rápidamente.

-Sí, de alguna forma. Simbólicamente.

-¿Simbólicamente? ¿Eso qué significa? Nosotros no adoramos a Świętowit simbólicamente. Nosotros le rezamos, le levantamos templos, le ofrecemos prisioneros y, cuando la suerte de la guerra se nos presenta aciaga, cuando no tenemos prisioneros, nos ofrecemos a nosotros mismos.

El monje sintió que tenía la garganta seca. Cerca de él vio a su hermano Teodoro para recordarle que aquellas palabras no eran una broma. Le habían arrancado ya los brazos y aquellos bárbaros los habían arrojado a su ídolo.