sábado, 15 de febrero de 2014

Trastos

Había brotado, en medio del huerto, un imponente piano de cola. Aquello me resultó increíble, así que llevé a Margarita para que lo viera. Ella no pareció tan sorprendida. Le señalé al hombre del bigote gris, que, sentado en un viejo sillón, contemplaba el piano.

Los días siguientes, cuando volvíamos de la escuela, nos acercábamos a la valla. Otros muebles habían crecido allí donde antes sólo había tomates y pimientos. El dueño de la huerta, el hombre del bigote gris, permanecía sentado, miraba el cielo, los muebles.

Por fin, un día Margarita me lo dijo: También cuando yo te eche tendrás que llevarte tus trastos de mi casa.