viernes, 3 de febrero de 2012

George Metesky



Todo comenzó cuando sufrió un accidente en el trabajo y le despidieron sin ninguna indemnización. Era un tipo tan insignificante que nadie le hizo caso: no era capaz de cometer los delitos atroces de los que se acusaba. Sus crímenes eran más grandes que él mismo.

Al principio, tenía toda la razón, pero la perdió cuando comenzó a poner bombas. Sin embargo, él nunca se consideró culpable de nada: la sociedad era culpable, no él.

Pudieron condenarle a muerte, pero prefirieron internarle en un manicomio.