Ahora lo voy entendiendo: llega un momento en que se pierde la ilusión porque no se logra aquello por lo que se estaba luchando, llega el desánimo, no se le encuentra sentido a nada.

El pescador consigue, mediante un ardid, que el genio vuelva a meterse en el jarrón; tantos años de encierro han embotado, sin duda, su inteligencia. Se conservan hasta dos finales de la historia: en uno de ellos, el jarrón es arrojado de nuevo al mar, y el genio continúa rumiando su rabia; en el otro final, el genio convence al pescador para que le libere de nuevo, prometiéndole esta vez no la muerte sino riquezas innumerables.
Mi propia historia no tiene un final feliz.