Esa
noche, Mike estaba en una disco de una pequeña ciudad de Mississippi. Nunca
había oído hablar de aquel sitio y probablemente el nombre se le olvidaría en
unos días. Por la tarde le habían hecho una entrevista en una radio local. No
recordaba muy bien lo que había dicho, sólo que en un momento dado había
gritado algo absurdo, que buscaba a una chica muy especial de Mississippi.
El contrato
incluía lo habitual: limusina y hotel de cuatro estrellas, con microondas y televisión por cable. Hacía horas que
había soltado su homilía por el altavoz de la disco. Ahora se trataba de que le
vieran. Por eso había pagado la gente cincuenta pavos. Para verle.
A partir
de las dos, decidió que ya estaba bien de estrechar manos y de posar. Comenzó a buscar esa chica especial con la que pasar la noche. Ya se
le habían acercado varias. Despidió a una de ellas, que parecía demasiado
joven. Mientras bebía, seguía entrevistando a las otras. Buscaba algo nuevo, diferente.
–¿Qué
tienes de especial?
–¿Qué?
–¿Qué
es lo que te hace tan especial como para querer pasar la noche conmigo?
–Soy
capaz de beber más que Snooki.
–Mi
tatarabuelo fundó este pueblo.
–Tengo
un antepasado semínola.
–Mi
abuelo vino de Armenia.
–Rechacé a un senador que me invitó a tomar sopa.
A Mike comenzó a dolerle la cabeza. La noche pasaba y todavía no se había decidido por ninguna. Por un momento pensó en llevarse a un hombre a la habitación, pero rápidamente desechó la idea. Aquello hundiría su reputación. Quizá no le llamarían nunca más para hacer bolos.
A Mike comenzó a dolerle la cabeza. La noche pasaba y todavía no se había decidido por ninguna. Por un momento pensó en llevarse a un hombre a la habitación, pero rápidamente desechó la idea. Aquello hundiría su reputación. Quizá no le llamarían nunca más para hacer bolos.
–Vamos
a cerrar, tío –le dijo el tipo que le había contratado.
–Bien,
macho.
Trató
de buscar a la chica que le había dicho que su abuelo procedía de Armenia. Sonaba
a exótico. ¿Dónde demonios estaba Armenia? ¿En Colombia? ¿No le había dicho su
colega colombiano que era de Armenia? ¿Pero aquella chica de abuelo armenio
no parecía colombiana?
De repente
se apagaron casi todas las luces, dejando sólo las que marcaban la salida. Mike
odiaba aquello. Lo siguiente sería encender las luces blancas y limpiar el
local. Siempre había cosas desagradables en el suelo.
Firmó
un último autógrafo a uno de los camareros y salió del local. Fuera hacía calor.
Buscó con la mirada la limusina, y la encontró aparcada en el otro extremo de
la calle.
–¿Te
vas solo? –dijo una voz a sus espaldas.
Mike se
dio la vuelta y la contempló. Llevaba un beduino negro. De su hombro colgaba un bolso enorme. Estaba
gorda y tenía la piel blanquísima. ¡Qué demonios!, pensó.
–Tú
te vienes conmigo.
Le
indicó el coche. El hotel estaba a menos de cinco
minutos. En el trayecto permanecieron en silencio. Cuando llegaron, Mike le
dijo al chófer que lo recogiera a las diez. Su vuelo salía a las once y media. No
recordaba cuál sería su próximo destino.
No hablaron
hasta que llegaron arriba.
–No
pareces la clase de chica que hace estas cosas. ¿No serás una maldita vampiresa?
Ella no
respondió. Se había quitado las sandalias y contemplaba la habitación.
–Tengo
en el bolso unas sopas muy buenas.
–¿Llevas
las sopas en el bolso?
–Hay
que estar preparada.
Mike fue
a la cocina y cogió un vaso. Lo llenó de agua. Cuando regresó, ella estaba tendida en la cama viendo la televisión.
–No
se ve la MTV –le dijo.
Mike
no sabía si se trataba de una broma.
–Sabes.
No me gusta ese canal.
Ella se
permitió una sonrisa.
–Creo
que podemos ver una película en blanco y negro.
–No las
soporto –dijo Mike.
–Ésta te gustará –replicó ella.
Mike había
cogido uno de los sobres al azar y lo había vertido en el vaso. El agua se tiñó de rojo. Llevó el vaso al
microondas. Mientras esperaba, comenzó a temer que la noche sería larga.