jueves, 19 de enero de 2012

Mercadona and the art of queueing

A veces, paso semanas, meses, boicoteando el Mercadona. Estuve casi medio año sin comprar cuando comenzaron a cobrar las bolsas.

Sin embargo, lo peor que llevo del Mercadona son las colas, las dichosas colas, colas larguísimas. Casi siempre es lo mismo: tengo que ponerme en una larga cola y, cuando está a punto de tocarme, abren otra caja. Y la gente que está detrás de mí consigue ser atendida antes. A veces pienso que para ellos esa victoria supone más que la de Sedán para los alemanes del Segundo Reich. Un Sedán que tienen que repetir diariamente.

Hoy, comencé a buscar cajas con pocos clientes. De pronto, me encontré una en la que una joven terminaba de pagar. Me dirigí allí. Una mujer de mediana edad, que guardaba cola en otra caja, me vio acercarme y se apresuró a tirar algo sobre la cinta deslizante para mostrar que había llegado primero. Yo estaba siguiendo en el reproductor de MP3 las vicisitudes de Juan Dahlmann y no le dije nada, no merecía la pena discutir. Ella sonrió.