Hace semanas, meses, que no envío ningún relato a un certamen, a alguno de los certámenes literarios que se convocan continuamente. Llevo participando intermitentemente desde hace más de diez, quince años, desde que había que enviarlos en un sobre enorme que había que ir a pesar en el estanco. Últimamente, cuando comenzó a generalizarse el correo electrónico, he vuelto a participar en algunos, en muchos, en decenas.
Antes apuntaba los certámenes a los que había concurrido, el título del cuento; no quería enviar, por error, el mismo cuento a dos premios distintos. Pronto, me di cuenta de que daba igual: podía presentar el mismo relato a varios certámenes porque, en cualquier caso, nunca he ganado, nunca ganaré ninguno. Ni siquiera he quedado finalista. Nada. Habré participado en más de un centenar de certámenes y nunca he conseguido una simple mención, ni siquiera en los locales o los provinciales, en los que hay muy pocos participantes.
¿Tan mal escribo? Ahora mismo, sí. No soy capaz de concentrarme, de quedarme horas y horas contemplando una línea, buscando una palabra. De vez en cuando releo cuentos míos de hace cinco o seis años, de temática histórica, y los encuentro maravillosos; es como si los hubiera escrito otra persona.
Algunos escritores consagrados confiesan que nunca ganaron un certamen literario. Monterroso lo dijo en muchas ocasiones. En caso de que sea cierto, es un triste consuelo. El caso es que nunca han publicado un cuento mío. Ni una carta al director. Toda mi obra impresa se reduce a un artículo diminuto en la revista de un conocido, que no me pidió ninguno más.
lunes, 31 de octubre de 2011
domingo, 30 de octubre de 2011
La biografía de Pilar Miró
Leo la biografía de Pilar Miró. La sensación de fracaso de una vida, de cualquier vida. Los constantes fracasos que se tienen.
Me doy cuenta de que, leyendo sobre la vida de Pilar Miró, en modo alguno una fracasada, no puedo dejar de pensar en la mía.
La mejor película de ella es, sin duda, El crimen de Cuenca. Esos pobres desgraciados, que tanto se parecen a mí, acusados de un crimen que ni siquiera existió. Pertenecemos a esa clase de personas culpables desde antes de nacer.
Me doy cuenta de que, leyendo sobre la vida de Pilar Miró, en modo alguno una fracasada, no puedo dejar de pensar en la mía.
La mejor película de ella es, sin duda, El crimen de Cuenca. Esos pobres desgraciados, que tanto se parecen a mí, acusados de un crimen que ni siquiera existió. Pertenecemos a esa clase de personas culpables desde antes de nacer.
jueves, 27 de octubre de 2011
Otro día
Derrotado, me voy a la cama. Allí me espera el grueso volumen de Heródoto, que servirá para que me olvide del día de hoy, otro día horrible. Los libros nunca decepcionan y sus sorpresas suelen ser agradables; son lo más parecido al paraíso que voy a tener jamás. Ojalá Heródoto no se acabara nunca; desafortunadamente, Temístocles está cerca de derrotar a los medos en Salamina. El rey persa, impotente, observa la batalla desde lo alto de una colina, contempla como sus barcos son aplastados por los barcos griegos.
miércoles, 26 de octubre de 2011
Matrícula de la UNED
Se acerca la fecha límite para formalizar la matrícula de la UNED, queda muy poco. Me falta una asignatura para acabar la carrera, una sola asignatura, pero no me apetece perder otro año, otro curso.
Prefiero pasar las tardes viendo reposiciones de viejas series. Hoy me he tragado tres o cuatro episodios de Dos hombres y medio. No hago nada más, esperar que el tiempo transcurra. Encerrado.
Prefiero pasar las tardes viendo reposiciones de viejas series. Hoy me he tragado tres o cuatro episodios de Dos hombres y medio. No hago nada más, esperar que el tiempo transcurra. Encerrado.
lunes, 24 de octubre de 2011
Capucine
Ahora mismo no dejan de emitir en La Sexta 3 las películas de la Pantera Rosa. Una y otra vez. Nunca me terminaron de gustar, quizá sólo la primera, donde aparecía Capucine. La recuerdo también de Alaska, tierra de oro. John Wayne tenía mucha suerte con sus compañeras de reparto: Maureen O'Hara, Elsa Martinelli... Mujeres inalcanzables.
sábado, 22 de octubre de 2011
El hijo de Gadafi
Bebe agua, sostiene en su mano izquierda un cansado cigarrillo. La camiseta manchada de sangre. Suya o de los soldados de su padre. Da la sensación de que ha realizado un gran esfuerzo y que ahora descansa, un bien merecido descanso. No, no le han golpeado como a su padre. Pero también ha muerto. ¿Sabía que lo iban a matar? Si así fue, supo aceptar su destino con serenidad, mucha más de la mostrada por su padre, que rogó a sus captores, que suplicó que no le mataran.
jueves, 20 de octubre de 2011
Hitler mirando mapas
Hitler sobre la mesa de mapas: los enemigos atacando por todos lados, el cielo de Alemania cubierto de aviones, la producción de armamentos hundida. La derrota se acerca, es inevitable. Pero Hitler sigue contemplando mapas, organizando ofensivas, moviendo divisiones, regimientos, compañías, imaginando que, como en sus años de lucha por el poder, acabará con sus rivales.
martes, 18 de octubre de 2011
Galardonados
Son ya tantos los certámenes literarios a los que me he presentado y que otros han ganado. A veces, al tiempo que me informan (lamentamos comunicarle...) de que he premio ha recaído en... (un título ridículo), cuya autor es... (un nombre femenino, sin duda), y me animan a participar en la próxima convocatoria, me invitan al acto de entrega de galardones. Desde luego no asisto, no soporto los rostros de los ganadores, sus rostros sonrientes.
viernes, 14 de octubre de 2011
Tkachenko
Era la imagen de la URSS de los 80: grande, torpe, inexpugnable. Un cosaco gigantesco que no necesitaba sable para infundir terror. Un día dijeron que, cortándose las uñas de los pies con las manos, casi se arrancó el dedo meñique. Se lo arrancó. El periodista que narraba el partido trataba de explicar una leve cojera que no molestaba su estilo de juego, pues, en cualquier caso, Tkachenko tardaba no menos de diez segundos en llegar al otro lado de la pista, si llegaba. Tuvo que aparecer Sabonis para que supiéramos que un pívot no tenía por qué tener los movimientos de un elefante. Ahora, la mayoría de los jugadores de baloncesto parecen sacados de los Harlem Globetrotters.
Todo era más sencillo y hermoso en los 80.
Todo era más sencillo y hermoso en los 80.
jueves, 13 de octubre de 2011
lunes, 10 de octubre de 2011
El desprecio
Estoy tan acostumbrado al desprecio que casi ya no lo noto, no me doy cuenta de los gestos desdeñosos, de las burlas, de las miradas cómplices que se lanzan dos personas cuando se cruzan conmigo, del cuidado que tienen las empleadas de supermercado en no tocar mi piel cuando me entregan el cambio, de la distancia que todos me guardan, que nadie se atreve a superar. A veces me olvido que provoco asco en los demás.
sábado, 8 de octubre de 2011
El agote, de Gaizka Arostegi
Lo previsible: un agote que se enamora de una muchacha navarra, un amor imposible, no aceptado por la sociedad.
Imagino otra trama: un agote enamorado; la mujer, que no le trata con demasiada adustez, no deja de tener en su interior los mismos prejuicios que todos. La aparente falta de acritud de la mujer le hace pensar al agote que tendría alguna oportunidad con ella, intenta ganar su simpatía, trata de cortejarla. Cada vez que está junto a ella se siente el hombre más feliz del mundo, se siente un hombre normal. Al final, el agote se da cuenta de que no tiene ninguna oportunidad, de que la mujer siente por él el mismo desprecio que sienten todos.
Imagino otra trama: un agote enamorado; la mujer, que no le trata con demasiada adustez, no deja de tener en su interior los mismos prejuicios que todos. La aparente falta de acritud de la mujer le hace pensar al agote que tendría alguna oportunidad con ella, intenta ganar su simpatía, trata de cortejarla. Cada vez que está junto a ella se siente el hombre más feliz del mundo, se siente un hombre normal. Al final, el agote se da cuenta de que no tiene ninguna oportunidad, de que la mujer siente por él el mismo desprecio que sienten todos.
viernes, 7 de octubre de 2011
La suerte en tus manos
Necesito algo que me dé fuerzas para poder alcanzar los viernes: la semana es muy larga, demasiado. Hace unos meses, zapeando, encontré este programa. Iba a quitarlo enseguida pues yo, desde luego, no juego a la lotería: pierdo siempre y hago perder a la gente. Sí, soy un gafe; estropeo todo lo que toco.
Fue una iluminación encontrar a Silvia Salgado. Llevaba una minifalda escandalosa, y no dejaba de sonreír. Pensé durante un momento que era una de esas jovencillas que dejan de aparecer después de cuatro o cinco años; sin embargo, buscando información sobre ella, descubrí que tenía mi edad.
Durante el verano, Silvia Salgado desapareció de la pantalla y la sustituyó una presentadora mucho más joven. Siempre que pasa eso me asusto un poco, pues nunca está asegurado que los programas o los presentadores vuelvan después del verano. Pero ella regresó, con la misma sonrisa de siempre y el mismo gusto por las faldas cortas.
A veces pienso con tristeza en ella –soy demasiado dado a la tristeza. Todo su trabajo es salir veinte minutos en un programa en La 2, que nadie ve, que sólo ven unos pocos irritados ludópatas para apuntar unos números de lotería. Quién sabe, quizá cuando gane el PP la coloquen en otro programa un poco mejor y pongan aquí a Pepa Bueno. Quizá la echen, y también echen a Pepa Bueno.
(Ella es tan diferente a Pepa Bueno: ésta tiene un punto de dureza, de amargura; Silvia Salgado parece tan dulce.)
La promesa de los viernes. Soporto la semana para poder verla. Durante veinte minutos...
Fue una iluminación encontrar a Silvia Salgado. Llevaba una minifalda escandalosa, y no dejaba de sonreír. Pensé durante un momento que era una de esas jovencillas que dejan de aparecer después de cuatro o cinco años; sin embargo, buscando información sobre ella, descubrí que tenía mi edad.
Durante el verano, Silvia Salgado desapareció de la pantalla y la sustituyó una presentadora mucho más joven. Siempre que pasa eso me asusto un poco, pues nunca está asegurado que los programas o los presentadores vuelvan después del verano. Pero ella regresó, con la misma sonrisa de siempre y el mismo gusto por las faldas cortas.
A veces pienso con tristeza en ella –soy demasiado dado a la tristeza. Todo su trabajo es salir veinte minutos en un programa en La 2, que nadie ve, que sólo ven unos pocos irritados ludópatas para apuntar unos números de lotería. Quién sabe, quizá cuando gane el PP la coloquen en otro programa un poco mejor y pongan aquí a Pepa Bueno. Quizá la echen, y también echen a Pepa Bueno.
(Ella es tan diferente a Pepa Bueno: ésta tiene un punto de dureza, de amargura; Silvia Salgado parece tan dulce.)
La promesa de los viernes. Soporto la semana para poder verla. Durante veinte minutos...
miércoles, 5 de octubre de 2011
Burakumin
Los agotes de Japón, los burakumin, no se pueden mezclar con el resto de la población, no pueden tener los mismos trabajos que los otros japoneses, deben casarse entre sí. Sin embargo, los burakumin, como los agotes españoles, tenazmente contumaces, tratan de confundirse con el resto de la población: abandonan sus aldeas, se trasladan a regiones lejanas, cambian sus apellidos, su forma de vestir.
Para protegerse de ellos, de los burakumin que tratan de hacerse pasar por japoneses, fue por lo que tuvieron que hacerse público el koseki, el registro de familias.
Nunca serán nada más que burakumin: no hay forma de luchar contra el desprecio.
Para protegerse de ellos, de los burakumin que tratan de hacerse pasar por japoneses, fue por lo que tuvieron que hacerse público el koseki, el registro de familias.
Nunca serán nada más que burakumin: no hay forma de luchar contra el desprecio.
lunes, 3 de octubre de 2011
Parte de amonestación
Cuando el profesor estaba recogiendo unos papeles que había en el suelo, cerca de la papelera, la alumna le ha dicho: “Recoge la basura, que pa eso te pagan”.
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