Semana echada a perder. El miércoles me encontré en el híper a una antigua compañera de trabajo. No paraba de lanzar miradas curiosas a mi carrito. Tuve que decirle que todo me iba muy bien, magnífico, que estaba en la cumbre de toda buena fortuna. El caso es que me entretuvo un buen rato, por lo que me encontré a los alumnos de un centro educativo saliendo: ocupaban toda la calzada con esa arrogancia de cardumen. El dichoso encuentro me hizo cancelar la comida que tenía pensado preparar, y no me dejo libre para leer hasta las cuatro y media.
El viernes por la noche se produjo el segundo hecho: un amigo se empeñó en que fuéramos a tomar unas cervezas. Tres horas interminables hablando de tonterías, rodeados de gente hablando de tonterías. Por lo que pude comprobar más tarde, me perdí un día espectacular de Silvia Salgado.
El domingo, comida con la familia. Me estropeó el horario matutino y vespertino. 78,2 kilómetros y cuatro horas perdidas.