domingo, 29 de abril de 2012

Anacardos



De vez en cuando, me echaba un anacardo a la boca. Una vez que empiezas, es imposible no acabar la bolsa. Incluso cuando comencé a tener sed, seguí comiendo anacardos. A mi lado, Luisa me miraba de reojo, pero no le ofrecí. Si le hubiera ofrecido a ella, habría tenido que ofrecerles a todos.

De repente, el director, que estaba hablando de no sé que plan o programa, se detuvo.

-Ya estoy harto del olor de frutos secos -dijo.

Sólo eso.

Lentamente, doblé la bolsa, le puse una pinza que siempre tengo preparada, y la guarde. Me hubiera gustado devorarla.

miércoles, 25 de abril de 2012

Rompecabezas



Está siendo entretenido. Ahora que tengo mucho tiempo, no sabía qué hacer con él. No me apetece leer porque he llegado a pensar como aquel bombero de Farenheit 451, que todos los libros están llenos de mentiras. La televisión tampoco me satisface. Hoy, después de muchos días, he salido a la calle. En El Corte Inglés me he comprado este rompecabezas: el castillo de Luis II de Baviera, un rey incomprendido. Afanosamente, lo estoy completando. Tampoco tengo prisa.

Acabo de leer una corta biografía de Luis II. Fue el mecenas de Wagner, pero éste acabó despreciándole. Se dice que trató de vivir en un mundo de fantasía, que admiraba las leyendas medievales. Se cree que se suicidó. Murió a la misma edad que tengo yo ahora.

martes, 24 de abril de 2012

Hvarf

Espero que te hayas recuperado. No, mi mensaje no era una despedida. Como no me habías respondido, sólo trataba de decirte que me sentía triste, bastante triste por no poder conocerte un poco más. Confío que nos sigamos escribiendo.

sábado, 21 de abril de 2012

Se estropeó el coche

Fuimos allí donde el vehículo se había parado. El mecánico abrió el capó y lanzó una mirada pesimista al motor. Movió la cabeza. Se ajustó las gafas de gruesa montura, cuyos cristales presentaban manchas de grasa, y hundió la nariz en el radiador, como si husmeara algo.

–Se acerca la noche –le apremié.

El mecánico movió los hombros: no se podía hacer nada.

Sacamos todo lo que había en el maletero y lo llevamos a la furgoneta. El regreso fue silencioso, triste. Anochecía cuando entramos en el refugio; comenzaban a escucharse los aullidos.

miércoles, 11 de abril de 2012

¡Se acabó el trabajo!

Acabo de regresar. El rato que he pasado en el coche ha conseguido calmarme. ¡Se acabó el trabajo! ¡Ya no tendré que ir nunca más! I quit!

Ayer, el dichoso alumno se acercó a mí y me preguntó:

-Maestro, ¿qué es lo que te pasó ayer en el parabrisas?

-Nada que yo sepa -le respondí.

Hoy ha seguido con lo mismo. Y yo, ay, no tengo la paciencia que se le atribuye a Epicteto. Cuando menos lo esperábamos, él y yo, he estallado. Le he lanzado al suelo, le he gritado.

Lo demás: me he ido, simplemente me he ido. No pienso volver. Decía Marco Aurelio que había enseñarles o soportarlos. Está claro que yo no puedo enseñarles, y desde luego no los soporto. No los soporto.

lunes, 9 de abril de 2012

El escupitinajo

Regreso a las trincheras. Tres horas. Sólo satisfactoria la clase con 3º: he explicado las características del sector servicios, del turismo en España y me han prestado atención. El turismo tiene que jugar un papel muy importante para que España salga de la crisis.

Cuando me iba, asomado en una ventana de la primera planta, había un alumno que devoraba un bocadillo. Ni idea de por qué no se lo había comido en el recreo. Le he saludado con la mano, me he despedido de él. Me ha respondido.

El coche tenía que pasar por debajo de la ventana para dar la vuelta a la calle. Cuando estaba haciendo la maniobra, un escupitinajo cayó en el parabrisas.

sábado, 7 de abril de 2012

Choque de reyes

Hoy me he levantado temprano, tanto, que he tenido que esperar más de una hora a que entrara suficiente luz por la ventana: tenía que coger el taladro. He colgado las lámparas en los dormitorios, en el mío y en el pequeño. He medido y vuelto a medir, desde el techo, desde el suelo, para que no quedaran torcidas. Ha sido un trabajo largo, complicado. Cuando he terminado, estaba sudando, por lo que he decidido ducharme.

En el cuarto de baño, he encontrado que la cisterna sigue soltando agua. La he desmontado y he comprobado que una junta está desgastada. Ahora voy a salir a la calle a comprar un repuesto. Después...



La verdad es que no he hecho nada de eso. Hace dos semanas desde que compré las lámparas, pero no las he colgado: tengo pavor al taladro. Sí, me he levantado temprano, pero después de pasar un rato leyendo los periódicos de internet, he regresado a la cama y he seguido leyendo el segundo volumen del libro de George R.R. Martin. Hace unos días comenzó la segunda temporada de Juego de tronos y estoy impaciente por saber lo que va a ocurrir a continuación.

A veces, con este tipo de libros, me siento como Swann con Odette: estoy perdiendo el tiempo con algo que en el fondo no me gusta. Hay decenas de series de fantasías heroicas. Todas mezclan un poco la edad media con las leyendas nórdicas. Tolkien se hizo famoso con la suya por la cantidad de detalles con los que dotó al mundo que creó. Martin se ha limitado a introducir lo escabroso y lo sicalíptico; si hubiera escrito El señor de los anillos, se habría regocijado en los encuentros sexuales entre Aragorn y Arwen, y hubiera convertido a los orcos en violadores compulsivos. Sigo prefiriendo la fantasía medieval de Eslava Galán, Los dientes del dragón.



Y sin embargo hay personajes de Canción de hielo y fuego que me resultan atractivos: Tyrion, Jon Nieve, Jorah Mormont. Todos, de una manera u otra, son exiliados o viven al margen de la sociedad; todos tienen principios en un mundo sin principios.

viernes, 6 de abril de 2012

Viernes Santo



Viernes Santo. Nada en la radio, ninguna tertulia, sólo música religiosa o programas sobre lo que se empeñan en llamar la madrugá. Otros años dedicaba este día a leer los evangelios, pero me han acabado resultando muy aburridos: están muy mal escritos, la verdad. Así que voy a pasar la mañana en la cama, leyendo algo, y por la tarde evitaré la programación televisiva, llena de películas religiosas, con una larga sesión de series: Juego de Tronos, Espartaco, Boardwalk Empire...

Sí, no soporto el Viernes Santo, no soporto la música de Semana Santa, no soportó las cofradías, ni a los costaleros, que son todos, la mayoría, adoradores de Baco, no soportó que se quejen del tiempo, como si no fuera normal que lloviera en primavera.

Ah, sí. Hoy me tocaba poner la lavadora, cambiar las sábanas y preparar las camisas para la semana que viene, pero ¿es adecuado hacer la colada en Viernes Santo?

miércoles, 4 de abril de 2012

¿Qué vas a hacer estos días?

Mal día para cortarme el pelo, pero lo tenía muy largo, más de lo que acostumbro: por las mañanas, cuando me contemplaba en el espejo, casi no reconocía al tipo que me miraba.

Así que esta mañana he ido a la peluquería. Mientras el peluquero atacaba mi melena gris, otro cliente esperaba. Comenzaron a hablar. El otro cliente dijo que se iba a la sierra, que le gustaba el senderismo, que no soportaba la ciudad y las procesiones y los bares abarrotados. El peluquero, por su parte, indicó que por la mañana se marcharía a la costa.

-¿Qué vas a hacer tú estos días? -me preguntó.

¿Yo? Nada. Ver series de televisión, leer. Pensar en que hay escritores que acaban un libro en siete días. Descansar.

No, no respondí.