Cuando la vi, sentí curiosidad por saber si llevaba pantalones o falda. De hecho, me aposté a mí mismo que se había puesto pantalones. Siete a uno. Tiene las piernas muy delgadas, esqueléticas; me recuerdan los cabos de un legón. Ella lo sabe y evita las faldas, o se tapa las piernas con botas de caña alta.
Los coches que había aparcados me la tapaban, pero me di cuenta de que ella pasaría justo entre dos cuando yo llegara a su altura. Deseé que se hubiera puesto una falda.
No tuve oportunidad de verlo. Había un todoterreno mal aparcado y un cupé bajaba a toda velocidad desde la plaza del Ayuntamiento. Supe que iba a invadir mi carril. Lo adiviné. Me eché a la derecha y el cupé pasó rozándome.
Miré por el retrovisor, pero ella ya había desaparecido. ¿Qué diablos llevaba puesto?