Me entrega una fotocopia.
-Esto ha venido hoy –me dice-. No sé por qué, ha llegado aquí.
El papel está a mi nombre. Quiero hacérselo notar, pero son casi las dos de la tarde, estoy cansado y tengo ganas de salir de allí. En casa, me espera una copiosa comida y un nuevo episodio de Terra Nova. Y, más tarde, el desastroso final de la sedición de Catilina.
-¿Quieres el original?
Miro a la administrativa sin decir nada. ¡El papel ha llegado a mi nombre! ¡Dámelo!
-De todos modos, si lo necesitas para algo, lo tenemos aquí.
Me despido y, aliviado, salgo del instituto: ha pasado otro día.